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sábado, 4 de octubre de 2014

Estación Máximo Fernández (FCO) y la enigmática historia de La Matilde y La Montelen, Buenos Aires, Argentina

La historia de Máximo Fernández arranca a mediados del siglo XIX, cuando un joven empleado del Juzgado de Paz de Cañuelas se casa con la hija de un acaudalado estanciero, quién como regalo de bodas le obsequia una pequeña estancia. Éste con ese capital inicial consigue comprar en 1872 seis leguas cuadradas de campo en 2000 pesos oro al fisco nacional, denominando a su establecimiento con el nombre de su esposa "La Matilde", el mismo que con el devenir de los tiempos y la prosperidad del último cuarto de siglo llegó a contar con 25000 hectáreas.
En setiembre de 1893 el FCO inaugura la estación de su ramal Bragado-Lincoln a la que nomencla Máximo Fernández, para esa época en la estancia ya se había comenzado con la producción de leche y derivados como así también con el criadero y la explotación de porcinos. También por esos días don Máximo Fernández manda a construir la famosa mansión de una sola planta en forma de H al mejor estilo de esos castillos italianos que tanto lo habían deslumbrado por su paso por la próspera Europa.
Para 1904 desmanejos financieros y despilfarros hicieron que los emprendimientos agropecuarios montados quebrasen, cansado de la situación Máximo, que ya se había desprendido de parte del campo, reparta el resto entre sus tres hijos varones, venda todo lo vendible y me marche a Barcelona para nunca más volver.
Durante los siguientes 38 años la estancia pasó a manos de los Salaberry-Bercetche, éstos reflotaron la producción e incorporaron nuevos sectores diversificando la explotación, surgieron así fábrica de tomates, molinos, crianza de aves, un aserradero, dotó también a la propiedad con escuela propia, capilla de estilo neogótico, panadería, usina, forestación importada, y hasta un zoológico con animales exóticos.
Para 1928 el establecimiento reunía en sus tierras a 250 trabajadores, mientras otros 1000 se habían instalado en las inmediaciones, advertidos por el gran movimiento que éste generaba, por ese motivo don Francisco Salaberry decide llevar adelante un loteo para conformar un pueblo organizado al que nombra "Salaberry". Hacia 1934 y debido a las cíclicas crisis que envuelven a nuestro país, la economía de la estancia cayó en desgracia, las propiedades les fueron embargadas, administradas por un consorcio de acreedores y luego vendidas.
En 1942 la estancia es comprada por Francisco Martín Suárez Zabala, un bioquímico graduado en la UBA, devenido en multimillonario gracias a su reciente invento, el GENIOL. Éste rebautiza a la propiedad con el nombre de "La Montelen". Inmediatamente la fortuna de Francisco Martín y las fértiles tierras de la pampa húmeda comienzan a dar nuevamente frutos y ganancias exponenciales a sus nuevos dueños, que ya contaban con 160 trabajadores empleados en la producción y mantenimiento del establecimiento, pero mis amigos como estamos en Argentina y aquí nada está asegurado, para mediados de los cuarenta, el proyecto industrialista del primer peronismo, la sustitución de importaciones, las migraciones internas hacia los cordones industriales de las grandes capitales, despoblaron el campo, corrieron el eje productivo hacia las periferias de las urbes y La Montelén, junto con Salaberry comenzó su rápida agonía, agonía que se transforma en muerte cuando en 1974 un violento tornado termina con casi todas las construcciones secundarias del la estancia, capilla, escuela, usina, panadería, parte del pueblo fantasma y nuestra estación.
Es así que llegamos hasta nuestros días con casi todo Máximo Fernández y La Montelén  en ruinas devorado por las exóticas especies arbóreas que han generado un tupido bosque, con su suelo tapizado con hojas de cuarenta otoños.
El predio de la estancia está en manos de una heredera de Francisco Suárez, Sabina, sobre el lugar se tejen diferentes historias que hablan de fenómenos paranormales, apariciones y herederos enajenados que disparan cuando descubren intrusos deambulando por la propiedad. Como mi interés estaba radicado en las ruinas de la capilla del Sagrado Corazón, construída en 1914 y la estación ferroviaria de 1893, no me sumergí más allá de esos lugares, un poco por las dudas y otro porque es un espacio privado con un edificio principal todavía cargado de objetos familiares. Contada tan rica historia pasemos a las fotos que como se imaginarán van a exceder al tema ferroviario.
El ramal Bragado-Lincoln-Realicó-General Pico, está activo para el transporte de cargas y pasajeros. Una vez por semana en ambos sentidos un tren de la estatal Trenes Argentinos Operadora Ferroviaria recorre las vías entre Once y General Pico con cambio de formación en Bragado. El servicio no tiene parada estipulada en Máximo Fernández, pero si es solicitada el personal tiene la obligación de detener su marcha para el ascenso o descenso de pasajeros. Debo acotar que la población estable del pueblo asciende a...4 habitantes, según el censo de 2010, habiendo decrecido significativamente si tenemos en cuenta que en el 2001 contaba con 43 personas, un 90% más que ahora.
Para terminar, les dejo una cantidad similar de fotos de la capilla neogótica del Sagrado Corazón destruída en 1974, también van dos enlaces, uno a la historia completa subida al blog pampeano y otro relacionado con quién me hizo descubrir Montelén, el excelente blog "La Periferia de Angkor".




Fin de nuestros servicios, ahora habrá que salir a recopilar nuevas historias, si el silencio se prolonga no se impacienten y no vengan por mí, creo que son del espacio exterior, tan solo vigilen los cielos y miren hacia el Norte, que el Sur también existe.

jueves, 2 de octubre de 2014

Estación San Emilio (FCO),Buenos Aires, Argentina

En el año 1893 el FCO atraviesa los campos de José Máximo Fernandez tendiendo la extensión de la línea Once-Bragado con destino a Lincoln. La Colonia San Emilio es trazada y amojonada en 1908
El servicio ferroviario le dio un gigantesco impulso al nuevo pueblo que en la década del cuarenta llegó a tener más producción que la mismísima ciudad cabecera del partido. Dos o tres cargueros por día atravesaban la línea transportando hacienda, cuatro trenes de pasajeros se detenían en la estación movilizando a muchos de los 3000 habitantes que llegó a contar San Emilio. Hoy esa cantidad de personas se redujo a 142, un servicio semanal enlaza Bragado con Realicó y General Pico y eventualmente cargueros surcan el ramal transportando un ínfimo porcentaje de la producción de granos de la zona.
El aislamiento se hace presente si analizamos los caminos, tanto para el lado de Los Toldos como para Bragado la traza rural que corre paralela a las vías del ex Sarmiento es de una genuina tierra de la pampa húmeda.
La estación se halla en buenas condiciones de mantenimiento como así también el predio circundante. Nueva mención especial para el tanque de agua, otra joya del FCO como vimos con anterioridad en La Delfina.



El viaje continúa y termina en el lugar más fascinante del recorrido, uno de esos sitios de culto para los amantes de las ruinas que va acumulando la modernidad.