Seis horas de marcha, lenta, por la vía muda, muda y triste mientras su razón de ser, el Viejo Expreso Patagónico, no se valga de ellas para llegar a destino, hoy yacen al acecho de los bravos pastos verdes que comienzan a devorarlas mientras, máquinas, compañeros ferroviarios, vagones y habitantes del Sur más profundo aguardan en silencio a la espera que algún funcionario detrás de un confortable escritorio urbano repare en ellos y se digne a encontrarle una solución sustentable al ramal en su totalidad, hay propuestas, alternativas, siempre las hubo, algunas se practicaron, pero van ganando los silencios, que por ésta zona tienden a amplificarse hasta llegar a doler.
Quizás algún día pueda recorrer los 402 kilómetros en alguna formación, o tendré que tomarme el tiempo necesario para caminarlas a la espera que algún silbato lejano me anuncie que la alegría volvió a la comarca.
Quizás algún día pueda recorrer los 402 kilómetros en alguna formación, o tendré que tomarme el tiempo necesario para caminarlas a la espera que algún silbato lejano me anuncie que la alegría volvió a la comarca.
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