La estación Pasman está ubicada en el Partido de Coronel Suárez, pertenecía al FCS para su ramal General Alvear-Pigüé, inaugurado en 1910. El pueblo cuenta con 165 habitantes según el censo de 2010.
Debe su nombre a Miles Pasman, donante de las tierras por donde pasó el ferrocarril y posteriormente se asentó el núcleo poblacional.
Entre 1907 y 1914 las empresas ferroviarias en Argentina habían extendido sus líneas a un promedio de 1800 kilómetros por año, mucho más que cualquier país europeo en el mismo período, llevando la extensión total a 33000 kilómetros.
El estallido de la primer guerra mundial terminó con esa bonanza, sumado a la posición un tanto crítica que mantenía el gobierno del radical Hipólito Yrigoyen hacia los ferrocarriles británicos y su verdadero trasfondo ideológico, prueba de ello fue que entre 1917 y 1922 sólo se construyeron un centenar de kilómetros, pero en verdad eran muchos más los factores que incidieron en la falta de nuevas inversiones por parte de los ingleses, disminución del comercio internacional que había justificado su creación y consolidación, justos reclamos laborales por parte de la clase obrera y aumento de los costos de producción conformaron un combo que puso freno al ímpetu inversionista inglés.
El radical Marcelo Torcuato de Alvear, tenía una visión opuesta al nacionalismo económico que pretendía desarrollar Yrigoyen, por eso los británicos previeron un futuro más provisorio durante la presidencia de Alvear. Un contexto internacional favorable y cierto clima de amistosidad política hicieron posible que los ferrocarriles ingleses se recuperaran de la depresión de posguerra.
Sin embargo, un nuevo período Yrigoyenista, sumado al crack mundial del 30 y más tarde a la inclinación del gobierno encabezado por Agustín Justo, hacia la creación de un vasto plan de carreteras para el transporte automotor de la mano de incipientes inversiones norteamericanas que luego se consolidarían durante la segunda mitad de los cincuenta, crearon un clima muy duro de sostener para las empresas ferroviarias británicas, que no pudieron detener el vertiginoso ascenso de un nuevo imperio de la mano del negocio del petróleo, el cemento portland, las carreteras, los autotransportes, los neumáticos y las autopartes.
Muchas rutas comenzaron a construirse de forma paralela a los trazados ferroviarios fomentando la competencia, los nuevos transportes eran mas rápidos y modernos, generando la predilección de los consumidores. La principal queja de los empresarios ferroviarios giraba en torno de cuestiones financieras y que ellas debían construir, mantener y renovar sus vías, mientras que las empresas de camiones estaban totalmente exentas de esos gastos, ya que era el estado quién se encargaba de hacer lo mismo con los caminos, era evidente entonces que la verdadera pérdida de las empresas ferroviarias inglesas tenía que ver con la pérdida de poder político en manos de un nuevo imperio y sus secuaces locales.
Bajo la presión de la crisis y en el empeño de encontrar fórmulas eficaces que permitieran la subsistencia, las dos compañías otrora enemigas acérrimas, el FCS y el FCO, decidieron coordinar sus servicios, siguiendo el ejemplo de otros ferrocarriles extranjeros. La medida pergeñada por las empresas fue ratificada el 15 de abril de 1935 cuando el poder ejecutivo dictó el decreto que propiciaba la coordinación de servicios, pero que no implicaba una unificación administrativa ya que ambas compañías seguían teniendo contabilidades por separado.
Las vías están en su lugar, la actual conseción corresponde al FerroExpreso Pampeano que eventualmente corre trenes cargueros, según dichos de un habitante consultado.
Debe su nombre a Miles Pasman, donante de las tierras por donde pasó el ferrocarril y posteriormente se asentó el núcleo poblacional.
Entre 1907 y 1914 las empresas ferroviarias en Argentina habían extendido sus líneas a un promedio de 1800 kilómetros por año, mucho más que cualquier país europeo en el mismo período, llevando la extensión total a 33000 kilómetros.
El estallido de la primer guerra mundial terminó con esa bonanza, sumado a la posición un tanto crítica que mantenía el gobierno del radical Hipólito Yrigoyen hacia los ferrocarriles británicos y su verdadero trasfondo ideológico, prueba de ello fue que entre 1917 y 1922 sólo se construyeron un centenar de kilómetros, pero en verdad eran muchos más los factores que incidieron en la falta de nuevas inversiones por parte de los ingleses, disminución del comercio internacional que había justificado su creación y consolidación, justos reclamos laborales por parte de la clase obrera y aumento de los costos de producción conformaron un combo que puso freno al ímpetu inversionista inglés.
El radical Marcelo Torcuato de Alvear, tenía una visión opuesta al nacionalismo económico que pretendía desarrollar Yrigoyen, por eso los británicos previeron un futuro más provisorio durante la presidencia de Alvear. Un contexto internacional favorable y cierto clima de amistosidad política hicieron posible que los ferrocarriles ingleses se recuperaran de la depresión de posguerra.
Sin embargo, un nuevo período Yrigoyenista, sumado al crack mundial del 30 y más tarde a la inclinación del gobierno encabezado por Agustín Justo, hacia la creación de un vasto plan de carreteras para el transporte automotor de la mano de incipientes inversiones norteamericanas que luego se consolidarían durante la segunda mitad de los cincuenta, crearon un clima muy duro de sostener para las empresas ferroviarias británicas, que no pudieron detener el vertiginoso ascenso de un nuevo imperio de la mano del negocio del petróleo, el cemento portland, las carreteras, los autotransportes, los neumáticos y las autopartes.
Muchas rutas comenzaron a construirse de forma paralela a los trazados ferroviarios fomentando la competencia, los nuevos transportes eran mas rápidos y modernos, generando la predilección de los consumidores. La principal queja de los empresarios ferroviarios giraba en torno de cuestiones financieras y que ellas debían construir, mantener y renovar sus vías, mientras que las empresas de camiones estaban totalmente exentas de esos gastos, ya que era el estado quién se encargaba de hacer lo mismo con los caminos, era evidente entonces que la verdadera pérdida de las empresas ferroviarias inglesas tenía que ver con la pérdida de poder político en manos de un nuevo imperio y sus secuaces locales.
Bajo la presión de la crisis y en el empeño de encontrar fórmulas eficaces que permitieran la subsistencia, las dos compañías otrora enemigas acérrimas, el FCS y el FCO, decidieron coordinar sus servicios, siguiendo el ejemplo de otros ferrocarriles extranjeros. La medida pergeñada por las empresas fue ratificada el 15 de abril de 1935 cuando el poder ejecutivo dictó el decreto que propiciaba la coordinación de servicios, pero que no implicaba una unificación administrativa ya que ambas compañías seguían teniendo contabilidades por separado.
Las vías están en su lugar, la actual conseción corresponde al FerroExpreso Pampeano que eventualmente corre trenes cargueros, según dichos de un habitante consultado.
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