En abril de 1946 se realizaron en Londres tres reuniones que congregaron a los representantes del Tesoro, del Foreign Office, de la Junta de Comercio y del Ministerio de Alimentación, así como a dirigentes de las compañías británicas en Argentina, el tema, la posible venta de los ferrocarriles al estado nacional.
Los ingleses parecían decididos a desprenderse de los mismos y el gobierno argentino estaría interesado en comprarlos, el gran y único obstáculo, era el precio y la forma de pago. Los ingleses pretenden obtener 150 millones de libras, mitad al contado, mitad a diez años.
Las negociaciones deberían se rápidas porque el 1 de enero de 1947 sus ferrocarriles en Argentina quedarían desprovistos de las franquicias que le había otorgado por cuarenta años la Ley Mitre, norma legal que entre otras cuestiones las eximía de gravámenes aduaneros.
Miguel Miranda, presidente del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), sostenía el discurso que el estado argentino no debía comprar la chatarra que significaban los ferrocarriles en manos de ingleses y franceses, llegándose a un punto en que las negociaciones se estancaron. El embajador inglés interpeló al General Perón y concretó una reunión para el 7 de setiembre sin la presencia del intransigente de Miranda, finalmente el gobierno argentino acepta la creación de una sociedad mixta para la explotación de los ferrocarriles británicos, posición respaldada por el entonces presidente Perón. El estado contribuiría con quinientos millones de pesos, para renovar el alicaído material rodante como así también garantizaba una ganancia no menor al 4% anual, hecho que beneficiaba a los inversionistas, manteniendo además todas las conquistas logradas en la Ley Mitre. El acuerdo era un negocio redondo para los ingleses, ya que la nacionalización era tan solo un nombre que significaría la continuidad del negocio en manos extranjeras.
El Congreso Nacional rechazó el acuerdo y las negociaciones se empantanaron nuevamente ya que las cifras pactadas no podían ser cumplimentadas.
El gobierno para ese entonces ya había anunciado la adquisición directa de los ramales franceses, lo que significaba el camino a seguir con las inversiones ferroviarias inglesas en Argentina. Las discusiones se prolongaron por meses hasta arribar a un nuevo acuerdo, mantener la cifra de 150 millones de libras exigidas por las compañías británicas que serían pagadas por Argentina con sus exportaciones anuales a Gran Bretaña, los ingleses adelantarían el monto de la compra de productos agropecuarios, transfiriendo ese valor a los dueños de las empresas ferroviarias.
El 13 de febrero de 1947 se firmó el acta de compra y el 1 de marzo el gobierno nacional tomó formal posesión de los ferrocarriles británicos, el negocio fue redituable para ambos, para los ingleses fue sacarse de encima una pesada mochila en un país que le era políticamente adverso, percibiendo el dinero que de un primer momento manejaron como valor a cobrar, y para el gobierno del General Perón adquirir los ferrocarriles era adquirir soberanía, bajo la denominación de nacionalización, nacionalización que no significó expropiación sino compra en condiciones un tanto discutibles.
Cascada contaba según el censo de 2010 con 11 habitantes, hoy ese cifra se ha visto disminuida por muertes y desplazamientos. Las vías del FCS también se han quedado mudas y la estación se encuentra totalmente abandonada.
El éxodo comenzó cuando se instaló en la vecina Coronel Suárez la fábrica de zapatillas Adidas, los jóvenes buscaron la oferta laboral, instalándose en dicha localidad, la empresa prosperó y los empleados comenzaron a traer a la familia para que se ubicara con ellos, produciéndose el lento vaciamiento del pueblo, tanto que muchas casas conservan en su interior el mobiliario original protegido con chapas y mampostería ubicada sobre sus aberturas.
Dejo Cascada y vuelvo sobre mis pasos buscando nuevamente el refugio de Guaminí, el día fue intenso y muy productivo, mañana la historia irá en busca de nuevas estaciones camino al Oeste.
Los ingleses parecían decididos a desprenderse de los mismos y el gobierno argentino estaría interesado en comprarlos, el gran y único obstáculo, era el precio y la forma de pago. Los ingleses pretenden obtener 150 millones de libras, mitad al contado, mitad a diez años.
Las negociaciones deberían se rápidas porque el 1 de enero de 1947 sus ferrocarriles en Argentina quedarían desprovistos de las franquicias que le había otorgado por cuarenta años la Ley Mitre, norma legal que entre otras cuestiones las eximía de gravámenes aduaneros.
Miguel Miranda, presidente del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), sostenía el discurso que el estado argentino no debía comprar la chatarra que significaban los ferrocarriles en manos de ingleses y franceses, llegándose a un punto en que las negociaciones se estancaron. El embajador inglés interpeló al General Perón y concretó una reunión para el 7 de setiembre sin la presencia del intransigente de Miranda, finalmente el gobierno argentino acepta la creación de una sociedad mixta para la explotación de los ferrocarriles británicos, posición respaldada por el entonces presidente Perón. El estado contribuiría con quinientos millones de pesos, para renovar el alicaído material rodante como así también garantizaba una ganancia no menor al 4% anual, hecho que beneficiaba a los inversionistas, manteniendo además todas las conquistas logradas en la Ley Mitre. El acuerdo era un negocio redondo para los ingleses, ya que la nacionalización era tan solo un nombre que significaría la continuidad del negocio en manos extranjeras.
El Congreso Nacional rechazó el acuerdo y las negociaciones se empantanaron nuevamente ya que las cifras pactadas no podían ser cumplimentadas.
El gobierno para ese entonces ya había anunciado la adquisición directa de los ramales franceses, lo que significaba el camino a seguir con las inversiones ferroviarias inglesas en Argentina. Las discusiones se prolongaron por meses hasta arribar a un nuevo acuerdo, mantener la cifra de 150 millones de libras exigidas por las compañías británicas que serían pagadas por Argentina con sus exportaciones anuales a Gran Bretaña, los ingleses adelantarían el monto de la compra de productos agropecuarios, transfiriendo ese valor a los dueños de las empresas ferroviarias.
El 13 de febrero de 1947 se firmó el acta de compra y el 1 de marzo el gobierno nacional tomó formal posesión de los ferrocarriles británicos, el negocio fue redituable para ambos, para los ingleses fue sacarse de encima una pesada mochila en un país que le era políticamente adverso, percibiendo el dinero que de un primer momento manejaron como valor a cobrar, y para el gobierno del General Perón adquirir los ferrocarriles era adquirir soberanía, bajo la denominación de nacionalización, nacionalización que no significó expropiación sino compra en condiciones un tanto discutibles.
Cascada contaba según el censo de 2010 con 11 habitantes, hoy ese cifra se ha visto disminuida por muertes y desplazamientos. Las vías del FCS también se han quedado mudas y la estación se encuentra totalmente abandonada.
El éxodo comenzó cuando se instaló en la vecina Coronel Suárez la fábrica de zapatillas Adidas, los jóvenes buscaron la oferta laboral, instalándose en dicha localidad, la empresa prosperó y los empleados comenzaron a traer a la familia para que se ubicara con ellos, produciéndose el lento vaciamiento del pueblo, tanto que muchas casas conservan en su interior el mobiliario original protegido con chapas y mampostería ubicada sobre sus aberturas.
Dejo Cascada y vuelvo sobre mis pasos buscando nuevamente el refugio de Guaminí, el día fue intenso y muy productivo, mañana la historia irá en busca de nuevas estaciones camino al Oeste.
Genial, me encanta el trabajo realizado historico-fotogrfico. muy bueno !
ResponderEliminarGracias, siempre intento reflejar lo mejor posible todo aquello que me movilice.
ResponderEliminarsoy bisnieta de Andres Pereyra fundador de cascada, hermosos recuerdos!!!!!!
ResponderEliminarQue orgullo debes sentir por tu bisabuelo Andrés, el lugar es encantador, esa soledad desgarradora que transmite es muy fuerte, quizás algún día la gente recapacite y vuelva a gozar de la paz de los pueblos, la vida urbana te agiliza muchas cosas pero también te regala estrés, inseguridad, insatisfacción y encierro.
EliminarSaludos!!